Camilo Moreno

A central tenet of evolutionary ethics is that as a result of evolutionary processes, humans tend to respond in certain ways to particular moral problems. Various authors have posited “dual-process” conflicts between “fast”, automatic, evolved impulses, and “slower”, controlled, reasoned judgements. In this chapter we argue that the evolutionary sources of automatic moral judgements are diverse, and include some intuitive processes that are quite sophisticated in term of social cognition. In our view, controlled, reflective moral reasoning represents the activity of higher-level processes that arbitrate between conflicting inputs from diverse automatic heuristics, in response to normative concerns. The integration and subjugation of automatic responses to more reflective ones is a developmental process that takes place at varying rates in different people and in diverse cultural contexts. We consider how approaches that represent cognition in terms of dual processes can be rendered more sophisticated by a consideration of evolutionary developmental psychology. We then apply this more developmentally aware approach to an extended example of the phenomenon in children’s moral development known as the outcome-to-intent shift. We outline a model of how automatic and controlled processes may be integrated in children’s social learning in culturally variable ways.

Unfinished Worlds es un libro incompleto que, en cuanto obra, unidad o ensamble, articula un caleidoscopio que permite avisar nuevas configuraciones de la obra de Gadamer. No pretendo insinuar que esté escrito a medias o que tenga cortes y errores inexplicables que dificulten su lectura. Más bien, quiero señalar que se trata de un escrito que pone en movimiento las tesis de Gadamer sobre la textualidad y asume radicalmente uno de sus postulados: no existe un sentido completo o acabado, el sentido siempre se está realizando. La ontología del lenguaje y de la lingüisticidad (o mejor, lenguajidad) nos revela su ´fundamental´ finitud en cuanto la lengua es siempre una visión parcial de mundo que sólo pervive en su trasmisión. Sin embargo, también ocurre con el sentido algo desconcertante: la belleza que se manifiesta en la obra de arte es avasalladora y acapara nuestra atención con una promesa de perfección e infinitud. Entonces, al experimentar lo bello no podemos más que decir con Goethe “so wahr, so seiend” (tan verdadero, tan siendo). ¿Cómo sobrevive la hermenéutica filosófica a esta aparente contradicción?